PIECES, BROKEN-UP PIECES AND TOTEMS

Iván de la Nuez
September 2006

1.
Pablo Martínez’s works reveal the entire sculpture process. With his unerring honesty, the author discovers the process through which his pieces can be put together and broken up, composed and decomposed. They place us before their construction, but at the same time they turn us into spectators of the decomposition of his sculptures. They become models for construction in which the spectator can also intervene in his own way. Here, the word ‘piece’ refers us to its meaning as ‘work’, as well as to its strict, literal meaning. To the piece as part of a whole; as a fragment.

2.
This involves the concept of workshop: his studio is a more or less formal place where pieces are assembled with others. However, it reaches its true climax as a scrapyard, as an area where, once they have been built, the works are broken up into pieces. That’s why Pablo Martínez’s sculptures refer to ana­gra­ms, jigsaws, puzzles, crosswords. They are ways of organising chaos; of finding the constants of a system that affords stability and meaning to sculpture under the flow of every possible form of instability.

3.
In a society in which everything becomes a totem (consumerism, sports teams, objects), the fact that all kinds of taboo flourish at the same time comes as no surprise: childhood, sexuality, money, religion… Through his sculptures, Pablo Martínez shows that in a society riddled with taboos, totems can represent an element of liberation. They remind us of pagan beliefs, of evil and of what is laden with freedom and mystery. No matter how modern our surroundings seem, both the totem and the taboo constitute the archaic experience of our contemporary experience. But here, the totem is treated as something that offers hope and the possibility of freedom. As something that is pagan and sensual. A deity without a temple.

4.
Here, nothing is new. Indeed, they were the foundations for Hiëronymus Bosch and Gericault, Goya and Manet. They dealt with the most delicate, turbid and ambiguous problems of their day (sex and blood, death and love, play and cruelty), but always from formal standpoints that guaranteed their inclusion in the history of art. Pablo Martínez assumes this idea, which has existed from pre-Raphaelism to pop, and, from the apparent coldness of his pieces, he ex­pe­ri­ments the removal of the spectator with what Susan Sontag once called ‘art erotica’.

5.
That’s why these pieces are connected with certain works by Henry Moore. And they propose a reflection on nature and its relationship with everyday life, with what is transcendental and with technology. All based on the recovery from that first moment of modern art in which pieces, objects and words still refer to things. That’s why the pieces of Totem are suspected of expressing new concepts, but always through aesthetic shapes assumed by the artistic tradition of the West.

6.
In her book Overlay, Lucy Lippard put forward a criticism that projected the past on the present, primitive on modern, through the work of con­tem­po­rary artists such as Louise Bourgeois, Robert Smithson and Ana Mendieta. Lippard brought a message laden with utopia for the future: the world can be a different place. From an inverted road, in her pagan theory of sexuality, Camille Paglia fiercely defended the crudity of contemporary art and reminded us of the fact that laws were less important than imagination when dea­ling with the dilemmas presented by culture and art at the end of the millennium. The pieces by Pablo Martínez fleetingly reconcile these two problems: they are a formal part of the tradition of western sculpture, but they create concern and make us doubt of such formality. They have the ability to bring us before the freedom and chaos present in our most sophisticated creations.

Piezas, despieces y tótems

Iván de la Nuez
septiembre 2006

1.
Las obras de Pablo Martínez desvelan todo el proceso de la escultura. Con su rigurosa honestidad, el autor descubre el proceso mediante el cual sus piezas pueden armarse y desarmarse, componerse y descomponerse. Nos sitúan ante su construcción, pero al mismo tiempo nos convierten en espectadores de la descomposición de su escultura. Se convierten en modelos para armar en los que el espectador incluso puede intervenir a su manera. Aquí la palabra “pieza” nos remite a su significado como “obra”, tanto como a su estricto sentido literal. A la pieza como parte de un todo; como un fragmento.

2.
Esto implica al concepto de taller: el suyo es un estudio más o menos formal donde se ensamblan unas piezas con otras. Aunque este espacio alcanza realmente su clímax como taller de desguace, como ámbito donde las obras –una vez que han sido construidas- se despedazan. Por eso las esculturas de Pablo Martínez remiten a anagramas, puzzles, rompecabezas, crucigramas. Son formas de organizar el caos; de encontrar, bajo el flujo de todas sus inestabilidades, las constantes de un sistema que concede estabilidad y sentido a la obra escultórica.

3.
En una sociedad en la que todo se convierte en tótem –el consumo, los equipos deportivos, los objetos- no es extraño que florezcan, al mismo tiempo, todo tipo de tabúes: la infancia, la sexualidad, el dinero, la religión… A través de sus esculturas, Pablo Martínez desliza que en una sociedad tan llena de tabúes, los tótems pueden ser liberadores. Ellos nos recuerdan lo pagano, lo siniestro y aquello que está lleno de libertad y de misterio. Por muy moderno que parezca todo lo que nos circunda, tanto uno como el otro -el tótem y el tabú- configuran la experiencia arcaica de nuestra experiencia contemporánea. Sólo que el tótem es tratado aquí como algo libertario y esperanzador. Como algo pagano y sensual. Una deidad sin templo.

4.
Aquí no hay nada inédito. De hecho, no fueron otras las claves de El Bosco y Gericault, Goya o Manet. Ellos se enfrentaron a los problemas más delicados, turbios y ambiguos de su tiempo (el sexo y la sangre, la muerte y el amor, el juego y la crueldad) pero siempre desde posiciones formales que garantizaban su inscripción en la historia del arte. Pablo Martínez asume estos ecos, que han funcionado desde el prerafaelismo hasta el pop, y experimenta, desde la aparente frialdad de sus piezas, la remoción del espectador con eso que Susan Sontag una vez llamó «la erótica del arte”.

5.
Por eso estas piezas se conectan con algunas obras de Henry Moore. Y nos proponen una reflexión sobre la naturaleza y su relación con la vida cotidiana, con lo trascendente y con la tecnología. Todo ello a partir de la recuperación de ese momento inicial del arte moderno en el que todavía las piezas, los objetos y las palabras designaban a las cosas. Por eso las piezas de Tótem tienen la suspicacia de expresar nuevos conceptos pero siempre lo hacen a través de formas estéticas asumidas por la tradición artística occidental.

6. Desde su libro Overlay, Lucy Lippard construyó una crítica que proyectaba el pasado sobre el presente, lo primitivo sobre lo moderno, a través de obras de artistas contemporáneos como Louise Bourgeoise, Robert Smithson o Ana Mendieta. Lippard traía un mensaje cargado de utopía para el futuro: el mundo pudo ser de otra manera. Desde un camino inverso, en su teoría pagana de la sexualidad, Camille Paglia defendió con fiereza la crudeza en el arte contemporáneo, y nos recordó que las leyes eran menos importantes que la imaginación para enfrentar los dilemas que nos presentan la cultura y el arte en este fin de milenio. Las piezas de Pablo Martínez concilian, fugazmente, estos dos problemas: se instalan formalmente en la tradición de la escultura occidental, pero tienen el valor de inquietarnos y hacernos dudar de esta formalidad. Tienen el talento de situar ante nosotros la libertad y el caos que contienen nuestras más sofisticadas creaciones.